miércoles, 30 de mayo de 2007

Lo eterno...

Celebra mi vacío la terrible fiera que me contiene.
A Rosa, por ser mía.


Con sus brazos marchitos, enrosca mi espalda destrozada.
Su blusa apagada ya no incita al animal.
Ahora busca mi boca y anida en mi frontera.
Tiene sed de aromas, de tiempos, de algún dolor conjugado en otras agonías.
No me ve y aún me reconoce entre los rezagos de un fuego extinto.
Pronto, el quejido de sus venas temblorosas sonará en otras partes,
en su olor a vino seco,
en esas ganas de morir...

Ella celebra mi caída y nuestro último final.
La fiera que me contiene es lo peor… porque también la he querido.






Amor a la sombra


Por amor a la sombra, seré lo que no he podido:

lienzo recto,
puño al viento,
himno,
ceremonia...

letal.

Volaré en tu alma para decirte que lo siento,
que en el rasguño más intenso no olvidé llamarte mía,
que cerré los ojos para no perderte,
para hundir la mirada,
la extasiada luz.

No pedí amarte en inocencia,
no rechazo tu crueldad.

Aliéntame a perderme en tu principio,
deja que me lleve ese final.
Me entrego a ti porque sé que lo has querido,
por no escapar del designio,
de este amor fatal.

Tan perversa...


Descúbreme muy tuya, de a poco, y sin reservas,
como si fuera algo nuevo esto de hablar del miedo y la humedad.
Recibeme concreta, distante y explosiva,
como el vértigo en mi nombre,
en inicua soledad.
Asúmeme incorrecta, infame, inextinguible...
Tan brutal...
que la llama feroz del cuerpo quiera verte mar adentro
y con ganas de temblar.
Descubreme, recibeme, asumeme.
Tan perversa y consentida,
con mil ganas derretidas en tu vicio y mi crueldad.

miércoles, 16 de mayo de 2007

1999

En la vida, existo tan poco que a veces pienso que no existo;
pero olvidando que algún día existí, creo que existiré.

Las líneas de mi piano


(Al preceptor, 2002)


Mientras poseías las letras ocultas de mis huesos, apresurada me veía elucubrando intensas murallas de sudor. Imaginaba tus dedos, tu torso, tu cuello, cada uno violando las tensas teclas de mi intimidad. Tu aliento alienaba mis espacios vespertinos, ruborosos e inquietos, que tiritaban en las fibras del placer.

¡Tus verdes llamas me exigen oscuridad!

Sin temblores accedí a perderme en tu explosión dorsal. Sin temores, hice tuyas las ansias carnales que provocas y aquel incendio de mi boca, que me quemaba las palabras y te destrozaba la piel.

Me ahogué varias veces con tu sangre en mis adentros, con los inefables instintos en el cuerpo, que consumían mi desnudez.

Orgulloso pretendías tus licores, ¡dios inexistente con tus lluvias en mi altar!, como si la herencia de tus ancestros mantuvieras segura bajo la estrecha nube que se escondía en mi falda.

¡Tus verdes lanzas me exigen libertad!

Recorrías atrevido la imagen del deseo enfurecido, bendita pasión temeraria que me endemonia toda. Rasgaste la densa hostilidad de mi cadera dominando mis antojos prohibidos.

Lujuriosas melodías entonaban los instintivos roces de tus hebras flexionadas, cada noche que el hervor de tu pecho complacía. Consumamos las tinieblas con tal magistralidad, que ya descansada sobre tu regazo, contemplaba el dulce sometimiento de tu esclava, en la perdición de nuestra partitura.

¡Tus verdes me exigen!






Vértigo

El mismo tango suena en la habitación. Las paredes desbordan sudor, ira, refugio. La luz ya no enciende mi reflejo y al parecer no volverá a hacerlo más. El piso pierde estabilidad en mis sentidos. La cama ganó en sombras lo que en la semana ha perdido.

Se siente el frío del tiempo y el sonido insoportable del desorden. La voz de la ventana quiebra mi vértigo. Sigo perdiendo altura. Mis piernas no avanzan. Mis manos no se detienen.

Las penumbras, un sonido argentino, el mareo de mis lados: todo continúa en mi falsa percepción del sueño. Reseca, la luna se abre y me incita al desastre de mis emociones.

Ojalá que el verso no termine tan pronto como los deslices del cuerpo que contradicen mis cadenas.

Agacho la cabeza reconstruyendo el camino del temblor.

martes, 8 de mayo de 2007

Cronos

Asúmeme como la primera, la única que tocas en tus días. Miénteme en secreto y fíngeme en direto que algo de tu orgullo se acabo…

Que siguió jugando en flores, que saltó y se arrepintió de vivir…
que no existe más enero y que los miedos de la juerga no se apagarán con el verano…

Dime y tiéntame sin censura, sin mas contemplaciones.

Libérame pronto de este conjuro necio, de la mierda… del perdón.

Llego y tiemblo al repertirte que me asumas tan entera y sin reservas; que la sombra marchita ya me lleva.