miércoles, 30 de mayo de 2007

Lo eterno...

Celebra mi vacío la terrible fiera que me contiene.
A Rosa, por ser mía.


Con sus brazos marchitos, enrosca mi espalda destrozada.
Su blusa apagada ya no incita al animal.
Ahora busca mi boca y anida en mi frontera.
Tiene sed de aromas, de tiempos, de algún dolor conjugado en otras agonías.
No me ve y aún me reconoce entre los rezagos de un fuego extinto.
Pronto, el quejido de sus venas temblorosas sonará en otras partes,
en su olor a vino seco,
en esas ganas de morir...

Ella celebra mi caída y nuestro último final.
La fiera que me contiene es lo peor… porque también la he querido.