lunes, 4 de junio de 2007

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Por la tibia alquimia de tu cuerpo,
en la rendición de los versos compartidos,
te he asumido entre mis labios solo mío
con augurios de un destino cotidiano.

Por la rara vida de tu encanto
y el ardor de un sueño complacido,
ven, siniestro, a devorarme y
conviérteme en lo que más has querido.

Por la dolorosa pasión con que te he vivido,
por la terca intensidad de mis caderas,
hunde al punto tu nombre y que no sienta
que eres parte del temor del amor fingido.

Por la leve risa que me tienta
y me empuja a contraerme en tus dominios
es tan fácil ser lo que no he sido
en el recuerdo de mi mundo destrozado.

Que hostiles se vuelvan los sagrados
y eternos mis temblores recogidos.
Cuando vuelva del sueño buscaré marcharme,
sentirá mi cuerpo si también lo has vivido.