Celebra mi vacío la terrible fiera que me contiene.
A Rosa, por ser mía.
Con sus brazos marchitos, enrosca mi espalda destrozada.
Su blusa apagada ya no incita al animal.
Ahora busca mi boca y anida en mi frontera.
Tiene sed de aromas, de tiempos, de algún dolor conjugado en otras agonías.
Tiene sed de aromas, de tiempos, de algún dolor conjugado en otras agonías.
No me ve y aún me reconoce entre los rezagos de un fuego extinto.
Pronto, el quejido de sus venas temblorosas sonará en otras partes,
en su olor a vino seco,
en esas ganas de morir...
Ella celebra mi caída y nuestro último final.
La fiera que me contiene es lo peor… porque también la he querido.
La fiera que me contiene es lo peor… porque también la he querido.