jueves, 20 de marzo de 2008

Cuando amaba la lluvia y
me sacudía el viento fresco.
Cuando soñaba con ser libre
sin saber cómo volar.
Aprendí a tomar tus manos,
a adaptarlas a mi cuerpo,
a callarlas dulcemente
con tranquila devoción.
Pero hubo el fuego y
no evité esconder la sonrisa,
imitar los miedos y
decirme con mentiras
lo que ahora leo en mí:
"Ha muerto la alegría
y es muy tibia la condena
que hoy pago con tu cruz".