sábado, 11 de agosto de 2007

Y saltó salvajemente de la cama, con un look enrarecido y sonrisa de cartón.
-¡Quieta!
Sin duda, nació para ser libre… y confiscada a mi laberinto cotidiano.
Turbia y audaz, ahora me mira desde el rincón, anhelando no sé qué cosas que yo jamás le podré ofrecer.
Fue en esa esquina donde mis ojos la tomaron por primera vez y acariciaron, entre retazos de luz, aquel talento para envolver que me hizo tan feliz durante los primeros años.
Cínica manera de combatir. Rabia. Destreza. Y un orgullo atrapado en las sábanas de la memoria.
Me gustaría esperar menos de ella. Que me engañara un poco más para no desvanecer. Pero su ligereza de piernas me descubre un nudo intacto, casi cósmico, con el que simpaticé desde su llegada.
Su locura femenina destapa mis garras, su parálisis explotadora me conmueve y me lleva a resaltar sus lúcidos trastornos de simpleza y humildad. ¡Cómo quise hacerla feliz desde lo que no poseo!, pero su manera de satanizar mi vida, me desgarró.
Hoy su instinto celebra mi devoción y su fragilidad. Mi arte criminal ajusta las cadenas para enrollarla con certezas a mi cintura. Hoy la Diablesa se queda porque así lo he querido. Porque así me lo ha enseñado.