martes, 17 de abril de 2007

Con nocturnidad y alevosía...




Debo confesar que te he vivido todo,
con un gusto tenebroso y sin sentido,
con un continuo dolor...

En mis adentros,
no hubo fuego que condenara tu nombre,
no hubo milagro que me alejara de ti.

Previo al acto de envolverte en mi locura,
permite que derrame
en el desvelo sudoroso de mi partes,
el sosiego de mi frente,
la humedad de mis pechos,
la fuerza pronunciada en otras camas.

Deja que te cuente, amor,
que encontré la dicha que nos pierde en tu mirada
y lo demás lo abandoné...
en el sabor inagotable de algunas despedidas.

Que no me falte la sonrisa del sueño,
siempre traidor en las marcas de mis muertes consentidas.
Mi corazón desleal se confunde sin fuerza y sin remedio...
se despide de los rostros de tu nombre.
No olvida a aquel silencio que rompió su vida
cada vez que me vio partir.