martes, 14 de julio de 2009

Prólogo para Jaime y sus Cinco Cuentos Mínimos...

Comparto el texto que escribí, a petición de Jaime Encalada. Texto que pretende figurar como prólogo de su nuevo libro de cuentos.

A manera de prólogo...

Raro, extraño, extravagante. Cuando la ciudad nos contempla y se muestra a sí misma desde lo subterráneo, nos convertimos en animales desconocidos dispuestos a experimentar. Sí. El “Guayaquil insight” es duro, pero en el fondo no deja de ser esa mujer incierta y con hambre. Bizarra.

A Jaime Encalada esto no lo perturba. Utiliza la literatura para lidiar con sus demonios. Se encarga de redimirlos en su visión urbana de lucha que, en Cinco Cuentos Mínimos, también es nuestra.

Su narrativa se alimenta de placeres citadinos, de raíces nostálgicas, de herencias y parafilias. Sus personajes crean rupturas, con una compleja construcción psicológica que les permite jugar a morir entre fluidos, vísceras o cabellos.

Y en estas historias, yo también he querido jugar, porque en ellas una vez más el instinto enseña que nadie está libre de él, que no se puede escapar de uno mismo.

El cuento El Diente de oro nos muestra el valor del legado, el importante uso de la boca y la vanidad desde la dentición.

En El tejedor de cabellos, se observa el potencial de este elemento como arma de vida y de destrucción.

El poder de una bestia devoradora se aprecia en el holocausto de El hombre-iguana.

El cadáver se baja de la cama para celebrar y encuentra en el suelo su destino.

Al final, solo La cabeza cortada decide reventar y volar para divulgar su muerte.

Los microcuentos de Encalada hablan de su destreza en el manejo de imágenes de difícil expectación. Un trabajo duro, incluso para la literatura que todo lo puede.

Sin duda, este es un buen comienzo para un referente que se levanta del ‘bajo fondo’ de la urbe sin renegar.